jueves, 25 de diciembre de 2008

Instrucciones para rasgarse las vestiduras (¡Es cierto, es cierto, he visto un lindo narcoforrito!)

El deporte nacional en nuestro país no es ni el futbol, ni es el jaibol, es el desgarramiento de vestiduras, que se practica infinitamente más que el soborno y el cochupo.
Si usted no ha practicado aún esta actividad tan popular en nuestro suelo, ¿qué espera? Comience en este instante. Con un piquetito de buena disposición obtendrá resultados formidables. Pues si lo ejecuta con paciencia y buen tino, este ritual lo colocará en el acto muy por encima de toda la bola de resentidos, que ensucian este hermoso país (el redactor en turno predica con el ejemplo y ha desgarrado su viejo piyama de osos y atisba en este momento la insondable tiniebla de su propio ombligo).

No desaproveche esta oportunidad que los acontecimientos recientes le sirven en bandeja de oro. Sin necesidad de modificar un ápice sus buenas o malas costumbres, adquirirá al instante la estatura moral de un santo.
Para comenzar, y mientras adquiere práctica, elija usted una prenda que esté confeccionada con una tela que se pueda romper con facilidad, por ejemplo, popelina, algodón o manta de cielo. Nunca trate de rasgar una camisola de mezclilla o de gabardina porque aparte de ser de mal gusto, cuesta mucho trabajo y no hay cosa peor que un desgarrador fallido, pues a éstos se les conoce como simples chillones.
Antes de seguir, es preciso tener claro que rasgar el propio atuendo es la señal de que nos indignamos ante una realidad que nos afrenta. Es la marca que corona la frente de aquel que conoce los linderos que se encuentran más allá del asombro y desea que los demás se percaten de ello. Por eso, cada vez que ejecute un ritual de esta naturaleza, llore, grite y tírese de los pelos. Algunos desgarrólogos radicales no ven con malos ojos que la indignación se muestre revolcándose en el piso y pataleando, aunque nosotros consideramos que no es para tanto.
Un buen desgarrófilo se debe a su auditorio, por eso, los mejores sitios para practicar este sublime arte son los espacios concurridos. Busque un lugar público para tomar su prenda con las dos manos, y como un Hulk tropicalizado, tire con ambas manos hacia fuera y rompa las prendas de modo tal que muestre algo de sus desnudeces. Pero trate de no enseñar la lonja, ni la barriga; por eso, si ha decidido ejecutar un acto de esta naturaleza, es preciso que antes se ponga usted a dieta. Si es usted mujer, escoja entre sus mejores piezas de lencería, con lo que aparte de mostrar que posee valores muy por encima del común de los mortales, también aprovechará para mostrar que tiene otras cualidades, sólo un miope dejará de pensar que usted encarna la perfección.
Las cenas de fin de año y navidad son escenarios idóneos para practicar el desgarramiento de vestiduras, pero hágalo antes de que la concurrencia se encuentre en estado inconveniente, porque nada es objeto de mayor escarnio que una persona moralmente superior al vulgo. Los borrachos, al ser gente de baja estofa, no toleran a los individuos que son superiores a ellos, evítese molestias, y respete, asimismo, al gremio de los desgarraprendas.
Como sugerimos hace un momento, el desgarramiento más exitoso es aquel que es presenciado por el mayor número de personas. Esta simple razón, hace de los amigos del teleprompter -conocidos también como locutores de radio y TV- los campeones nacionales indiscutibles de este nuestro deporte nacional. Ellos son los primeros en saber qué es aquello que debe indignarnos y también son ellos los primeros en romperse las vestiduras, por eso gran parte de sus sueldo lo gastan en ropa especial para ello. Los rumores que aseveran que los periodistas y locutores practican, con un bisturí, imperceptibles cortes a sus prendas antes de salir al aire, son meros infundios.
Sin embargo, si a usted no le alcanza para comprarse uno de esos aparatitos que piense por usted en horario estelar, puede utilizar el Internet para realizar una especie de ciberdesgarramiento. Busque uno de los innumerables foros que abarrotan el ciberespacio (cualquiera que no sea País-Salmonela, porque a nosotros nos embargaron el teleprompter, hecho que explica nuestra proclividad a decir estupideces) y busque también una noticia o un tema que se preste para ello. Indígnese ante un hecho que evidencie algún defecto de alguien notable. Si un futbolista no “ama su camiseta” usted desgárrese la propia diciendo que odia la mediocridad y que el fulano debería de sentirse honrado de llevar encima los colores patrios, complete asegurando que el nuestro es un gran país, y que está usted orgulloso de vivir en este páramo (esto último no debe ser necesariamente cierto). Si el tema es la economía, hable de la bola de huevones y pusilánimes, que no creen en las bondades de la doctrina del liderazgo, que son incapaces de ver en el maremoto económico que se nos viene encima, una excelente oportunidad para desempolvar la tabla de surf que duerme en el armario. Si no le agradan los foros de la gran red, abra su propio blog y comience indignándose por la superficialidad y la vanalidad que pululan en el ciberespacio, específicamente en los blogues o bitácoras, o como se llamen.
Pero si a usted también le embargaron el teleprompter, un grupo de asesores de País Salmonela ha quemado unas cuantas neuronas con tal de poner a su disposición una lista de tópicos, que podrá utilizar a su antojo, para practicar el arte de arrancarse las vestiduras.

Estos tópicos nunca deben ser usados como tema principal de su exhibición, úselos para que la gente perciba que usted no crítica por criticar, sino que está preocupado por el país (por el mundo) que le tocó habitar:


  1. La riqueza cultural de nuestra tierra, hable de ella aunque el tema sea el maltrato a los animales, o las sumas obscenas que se autorrecetaron este fin de año, los congresistas de nuestro país.
  2. La naquiza, es decir: “la gran riqueza de nuestro pueblo”.
  3. Los jodidos, es decir: “los que menos tienen” (nunca vaya a decir “los que tienen menos” porque van a creer que está usted despachándose con el cucharón sucio del albur).
  4. Los rucos, es decir: los adultos en plenitud.
  5. Nuestra historia (hable de ella aunque no la conozca; no importa, casi nadie la conoce).
  6. La madre tierra (sin comentarios).

Esté muy atento de las reacciones del público. Si lo llaman farsante y le dicen que el hecho que ahora lo indigna ya lo conocía, nomás que se había hecho el occiso; si le dicen que el día de hoy habla tan sólo para integrarse al coro de moda, no haga caso. No se imnute ante el malvibroso que lo apunte con el índice: esa es la señal inequívoca de que su desgarramiento de vestiduras está siendo eficaz. Si lo llaman hipócrita cuánto mejor; de hecho, cuando a sus oídos llegue este calificativo, podrá presumir que es usted un profesional del mexicanísimo deporte del desgarramiento de prendas: un desgarrófilo inveterado.
El buen desgarraprendas es como el delantero atento que sabe aprovechar las oportunidades de anotación. La cosecha de acontecimientos propicios para atizar nuestra indignación nunca se acaba. En estos días, por ejemplo, no desaproveche la oportunidad de hablar mal de las descerebradas niñas bonitas, desprovistas de valores, que participan en anodinos concursos de niñas bobas y bonitas. Hable de la supremacía de la belleza interior sobre la efímera belleza exterior (hasta puede citar el célebre soneto de la sor Juanita), hable de la vanalidad de las cosas materiales y use los tópicos 1, 2 y 3 para rematar su comentario, use la palabra podredumbre o descomposición y ponga cara de fuchi. Diga que no todos los mexicanos son así. Que en sus tiempos no pasaban estas cosas. Critique, asimismo, la sociedad de consumo, eche pestes sobre nuestra juventud sin brújula. Pero no exagere, sobre todo si es usted tan feo y está tan jodido como el que esto escribe, no se exponga a que, aparte de hipócrita, lo llamen envidioso.


PD. No se pierdan la próxima entrega de País-Salmonela, en exclusiva para nuestros lectores, Las 10 cosas más estúpidas del 2008 (se aceptan sugerencias, aunque no les vamos a hacer caso porque la lista ya está lista).